Muchas personas piensan que los conceptos “gusto” y “sabor”
tienen igual significado. La idea es comprender mejor cuál es la diferencia entre ambos y así, emplearlos de una manera más adecuada.
El
gusto refiere a una sensación específica en la boca que es imposible
neutralizar. Existen cuatro gustos: dulce, salado, amargo y ácido; éstos se
perciben en distintas partes de la lengua. Los asiáticos mencionan un quinto
gusto llamado “umami” aunque, en realidad, refiere al glutamato de sodio -o comercialmente conocido como Ají-No-Moto- que
sirve para potenciar el sabor de algunas comidas.
El sabor, por otra parte,
incluye la combinación de tres experiencias sensoriales: el aroma de los alimentos, la textura y ciertas sensaciones como por ejemplo, el dolor (provocado
por picantes).
Para clarificar esta cuestión pondremos como ejemplo un chocolate. Este tiene un gusto dulce, amargo y posiblemente agrio, en combinación con aromas de nuez y tostado. La sensación en la boca es untuosa y cremosa a raíz de que el chocolate es fundido con la temperatura de nuestro cuerpo. Este es el sabor del chocolate que produce que nos apasione.
La anatomía cumple un
papel fundamental en cómo se experimentan los sabores y los olores. A su vez, nuestra genética determina si podemos oler o degustar algunos compuestos. La
historia clínica de un individuo puede también influir sobre esta experiencia.
Con ello podemos concluir que, la combinación de estos puntos con la propia cultura, genera que cada persona en la Tierra viva su propia
experiencia sensorial.